’10º’ Una exposición de Arturo Comas por y para Genalguacil

Genalguacil Pueblo Museo inauguró el 26 de junio 10º, exposición individual de Arturo Comas (Sevilla, 1982) que, con comisariado de Juan Francisco Rueda, ocupa dos plantas del Museo de Arte Contemporáneo de Genalguacil . Asimismo, y como suele ser habitual en los proyectos que desarrolla esta institución, la exposición viene acompañada de varias intervenciones en las calles del pueblo, la primera de las cuales titulada farola y naranja, de carácter fijo, se descubrió en la jornada de inauguración.
La muestra, que ocupa el museo hasta finales de septiembre, está compuesta por cerca de veinte obras entre fotografías, objetos escultóricos, vídeos, instalaciones e instalaciones ambientales. Todas ellas han sido realizadas en Genalguacil en el último año, abordando asuntos esenciales a esta localidad, intensamente vinculada al arte contemporáneo, por lo que se trata de un proyecto específico y de producción propia.
10º es la exposición individual más importante de cuantas ha disfrutado Arturo Comas, artista con una sólida trayectoria y una poética personal e intransferible. El artista disfruta en este 2021 de un año cargado de proyectos trascendentales. Además de 10º, Comas inaugurará otra individual en octubre, en la Galería T20 (Murcia), acudirá a ARCO en el stand de ésta y verá la luz un proyecto editorial fruto de las Ayudas VEGAP a la creación visual.

A continuación, el texto del comisario de la muestra Juan Francisco Rueda:
Pocas cosas tan serias como el humor y menos aún como el absurdo. Arturo Comas emplea humor y absurdo con el fin de devolver al arte su capacidad para revelarnos aquello que parece soterrado en lo cotidiano. No es una tarea menor, aunque venga introducida por la sonrisa, la sorpresa o incluso la incomprensión. Esa devolución al arte de su poder de revelación, practicada por el artista, es tanto como decir que nosotros, los espectadores, adquirimos una toma de conciencia mayor mediante esa nueva mirada propiciada por Comas. Sus obras nos hacen reparar en aspectos y circunstancias inadvertidas, apenas tenidas en consideración en nuestra rutina, y que, sin embargo, poseen una dimensión trascendental.
En 10°, Comas trabaja en y sobre Genalguacil para que el conjunto de imágenes fotográficas, objetos escultóricos, vídeos, instalaciones e instalaciones ambientales actúe como detonante de un proceso de descubrimiento. El artista fija sus ojos en el día a día de este pueblo, en sus elementos cotidianos y, muy especialmente, en una circunstancia indisoluble a éste: su inclinación. Indisoluble y profundamente condicionante. Esa pendiente, que se cifra en un desnivel de 10°, es la causante de múltiples soluciones que los vecinos de Genalguacil han de desarrollar para vencerla, otorgándole un carácter propio a muchos pormenores del pueblo y a hábitos de los genalguacileños. Las alzas y cuñas que sirven para calzar distintos elementos son parte de ese imaginario. Esos gestos o acciones, entendidos como soluciones, como medios al servicio de un fin, son redimensionados y sobredimensionados por Comas, quien les otorga una consideración de fines en sí mismos, incluso de monumentos o símbolos. Pareciera latir en esa actitud un eco de aquello que los surrealistas llamaron lo maravilloso; esto es, lo cotidiano poetizado, en cierta manera transformado, gracias a la mirada y sensibilidad del artista. Esa inclinación, absolutamente identitaria, se convierte en un “agente colaborador” y permite que otros actúen, como la gravedad o el azar. No es extraño que en nuestro paseo por las cuestas de Genalguacil nos pueda acompañar alguna naranja que, una vez caída del árbol, inicia un itinerario azaroso por las calles hasta verse retenida en algún rincón o frenada en las casas más cercanas al valle, las que están a menor cota.
Pero, al mismo tiempo, algunas de las obras de Comas pueden entenderse como auténticas alegorías sobre Genalguacil y el carácter de sus habitantes. Ocurre con el pertinaz esfuerzo de los genalguacileños por vencer las dificultades y desequilibrios, como podemos interpretar en S/T (Lo inútil nº 7), en la que aparecen los vecinos Antonio Rubio y Salvador Sánchez ante el paisaje, venciendo el desnivel y cooperando en pos de un éxito compartido. Muchas otras esconden auténticas metáforas respecto al ingenio y el modo de estar, así como argumentaciones filosóficas o lecciones de vida, como la que puede subyacer en Maceta (Todo encaja nº 2), en la que cada problema lleva de modo implícito su solución.
El vínculo de Arturo Comas con Genalguacil es tan intenso que no sólo su paisaje y paisanaje ocupan las fotografías. Muchas de las piezas han sido desarrolladas por el propio artista durante prolongadas estancias en la localidad, empleando para ellas, en algunos casos, objetos desclasados y encontrados, así como elementos y materiales característicos (el castaño o la peridotita). También atiende a una de las líneas programáticas de Genalguacil Pueblo Museo, ya que en otras obras ha contado con la participación de artesanos de proximidad, como Francisco Rubio, encargado de los trabajos de las fibras vegetales, que encontramos en las castizas sillas andaluzas o en las asas para transportar piedras. He aquí una alusión a la tradición y a la artesanía, también piezas esenciales del imaginario de este pueblo.
En manos de Comas, este museo es mucho más que un lugar en el que poder enfrentarnos, cual destellos, con obras que desvelan aspectos tan inadvertidos como intrínsecos a Genalguacil. Así, el museo pasa a ser un lugar en el que experimentar el propio desnivel. Si en el primer espacio expositivo (planta baja) desempeñamos un papel como observadores que asisten, entre otras imágenes, a las soluciones para lograr la horizontalidad (calzos, por ejemplo), en el segundo (primera planta) transitamos por ese desnivel. Comas borra la horizontalidad con la que se contrarresta la pendiente de la montaña para volver a hacernos patente la inclinación que subyace en este pueblo. Nos expone, por tanto, a un auténtico viaje perceptivo que opera, entre una planta y la otra, al percibir la variación de la escala y de nuestra relación con el desnivel (observar frente a sentir), así como la experimentación de situaciones y sensaciones absolutamente novedosas que nos granjean la transformación de nuestra comprensión del espacio expositivo, del museo respecto a la montaña sobre la que se asienta Genalguacil y de la propia realidad (orográfica) de esta localidad. Este segundo espacio nos permite igualmente subvertir el rol pasivo del espectador, de modo que podemos recrear la trayectoria que las naranjas describen por Genalguacil, ya que distintas piezas de fruta aguardan a ser activadas dejándolas caer suavemente por la rampa. Aquí encontramos una de las características del trabajo de Comas, profundamente ligado a una dimensión física o fenomenológica -a nuestra relación corporal con el espacio y los objetos- y a cómo la acción está contenida en sus obras, puesto que a veces son registros de actos y otras requieren de una activación por parte del espectador. Otra característica, especialmente intensa en esta exposición, es la mise en abyme que plantean algunas obras y que enlazaría con el desquiciamiento de la lógica. Nos referimos a una especie de juego de matrioskas y de efecto dominó. Es decir, cómo algunas fotografías y vídeos representan los lugares que ocupan los espectadores y distintas obras escultóricas expuestas, mientras que otras se conforman como una suerte de cadena de efectos y causas.
Genalguacil ostenta el título de “pueblo museo” gracias a convertir, desde 1994, sus calles en escenario para la creación artística. Comas contribuye a ello con S/T (Farola y naranja), una farola calzada que se incorpora a la vía pública, concretamente en la calle San José. Pero, del mismo modo, y afín a su naturaleza subversiva, traslada la calle al museo. Éste se convierte en ámbito de lo cotidiano y lo doméstico, tal vez porque la mirada del artista suele reparar en gestos anónimos y rutinarios, así como en objetos usuales.
A veces es necesario perder el equilibrio y confiar en el humor y el absurdo para descubrir y aprender.















